Seminario, Curso, Darwin.

El Posgrado en Ecología Marina (PEM) del Centro de Investigación Científica y de Educación Superior de Ensenada (CICESE) invita al seminario "Algunos avances en la modelación numérica de interacción físico-biológica en el Pacífico Mexicano frente a Baja California", por David Rivas (DOB-CICESE), el 25 de noviembre del 2016 a las 13:00 horas, en el auditorio de Oceanología del CICESE (Km. 106 Carr. Tijuana a Ensenada), en Ensenada (Baja California). Entrada libre.
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Posgrado PEM (efarias@cicese.mx)

Desarrollos de Ingeniería y Consultoría del Medio Ambiente (DICMA), Grupo Deconsa e Ingeventas, invitan al curso "Entendiendo, manejando y gestionando los residuos" por Fernando Rubio (Diputado Federal), el 14 de diciembre del 2016, a las 10:30 horas, Centro de Apoyo Profesional (Guanábana No. 83, Col. Nueva Santa María, Deleg. Azcapotzalco) de la Ciudad de México.
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Tilanet Sur los invita al "Curso intensivo de tilapia", impartido por Antonio Ávila, el 21 y 22 de diciembre del 2016, en el salón "Eventos Galicia" (Blvd. Instituto Mexicano frente al complejo Cosoleacaque), de Minatitlán (Veracruz).
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Tilanet Sur (tilanetsur@hotmail.com)

El Posgrado en Ciencias de la Vida (PCV) del Centro de Investigación Científica y de Educación Superior de Ensenada (CICESE) los invita al seminario "Ecología y evolución de los hongos marinos: estrategias de Corollospora marítima para dominar las playas del mundo" por Patricia Vélez (UNAM), el 24 de noviembre del 2016 a las 13:00 horas, en el auditorio de Oceanología del CICESE (Km. 106 Carr. Tijuana a Ensenada), en Ensenada (Baja California). Entrada libre.
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Posgrado PCV (amejia@cicese.mx)


 Charles Darwin. 


La historia de la ciencia está presidida por un pequeño grupo de científicos que han determinado el avance del conocimiento humano a través de los siglos. Algunos de estos próceres además han pasado a la historia por iluminar el camino más allá de nuestras limitadas experiencias. Uno de estos gigantes, de vital importancia para la ciencia, y uno de los pocos que dicen algo al hombre de a pie, es el naturalista el ingles Charles Darwin (1809-1882). Han pasado ya 200 años de su nacimiento y 150 años desde la publicación de El origen de las Especies y en este texto intentaremos dar algunas pinceladas a las ideas de Darwin, aún a riesgo de reiterar lo sabido, para entender lo singular de sus aportaciones.
La vida de Charles Robert Darwin, nacido en Sherewsbury, podría utilizarse quizá como ejemplo paradigmático de la teoría del caos, ya que pequeños acontecimientos generaron una oleada de consecuencias imposibles de predecir. Algunos de esos acontecimientos ya han pasado a la sabiduría popular convertidos en mitos, como el histórico viaje en el que se emprendió el joven naturalista a bordo del H.M.G. Beagle o su visita a las Islas Galápagos. Éste viaje, que fue determinante para la concepción de la Teoría de la Selección Natural, dio al inglés la oportunidad de conocer un sin número de especies y observar la grandeza de la Creación, reflejo de la mente de Dios y su plan divino según la creencia en ese momento. Pero Darwin fue más allá, y no se limitó a ver y a anotar como hicieran sus predecesores, sino que buscaba dar sentido a todos los fenómenos con los que se topaba y se preguntaba el cómo y el porqué de esas observaciones. Éste es uno de los rasgos que caracterizaron a Darwin y que lo encumbraron donde otros pasaron inadvertidos. El método de Darwin era, como él mismo afirmó, “el auténtico método baconiano”, la inducción directa, que lo convertía en un gran teorizador. Éste rasgo, que no se solía dar en los naturalistas de la época, además se complementaba con una excelente capacidad observadora y una notable e infatigable capacidad como experimentador. Por tanto, Darwin tenía las características apropiadas para la empresa de comprender y explicar el mundo que le rodeaba y no fue, como a veces se cuenta, una persona que únicamente estuvo en el lugar adecuado en el momento oportuno y que unió las ideas que recorrían los círculos intelectuales de la época victoriana. Como él mismo detalla a Baden Powell en una carta tras la publicación de su obra: “La única novedad de mi trabajo es el intento de mostrar cómo las especies han llegado a modificarse;... y en estas consideraciones no he recibido la asistencia de mis predecesores”.
Antes de que se publicara “el libro que sacudió el mundo”, las especies eran entidades estáticas que habían sido creadas en su forma actual e incluso se asumía que ningún taxón se había extinguido. Para entonces, sin embargo, los geólogos y paleontólogos ya se habían dado cuenta de que a lo largo de la historia de la tierra se habían producido muchos e importantes cambios y observadores como Steno confirmaron que los fósiles encontrados representaban animales que existieron en el pasado y que no habían llegado hasta nuestros días. Aun así, la idea de la creación de las especies como única explicación a de existencia se mantenía, e incluso ésta idea era explotada para justificar la exploración científica del mundo natural. Esta exploración era llevada generalmente por teólogos, que confiaban en poder comprender la mente de Dios estudiando sus creaciones, descubriendo quizá un orden oculto en ellos. Querían con ello además contestar al nuevo pensamiento materialista de la nueva ciencia promovida por Galileo, Descartes o Newton. Aunque hoy en día nos parece difícil de entender, este tipo de pensamientos eran los que impulsaban, por ejemplo, a científicos tan ilustres como al creador de la nomenclatura binomial Linneo a dar nombre y ordenar todas las criaturas con las que se encontraba. Él creía que estaba representando el plan divino de la Creación y que las relaciones entre los animales no existían en la realidad, solo estaban en la mente de Dios. Como dijera el reverendo William Paley, un reloj necesita obligatoriamente de un relojero. Pero, ¿si las especies son creaciones estáticas, como es que había diferencias en la forma, conducta y fisiología de los individuos de una población? Este tipo de preguntas siempre eran respondidas en términos finalistas o se atribuían a imperfecciones en el ideal de una especie. Darwin rompió con todas estas explicaciones y con la idea dominante en la época de que las especies eran entidades fijas y demostró que, precisamente, esas variaciones individuales son esenciales para que se produzca el cambio evolutivo y la materia prima a partir de la que se crea la diversidad biológica. No solo eso, el mundo se dio cuenta de que no hacía falta aludir a Dios para explicar por qué existían las especies, y si toda la diversidad y complejidad de la Creación podía explicarse sin tener en cuenta al Creador, ¿qué parte de la realidad no podría explicarse? Darwin dejó claro que no es necesario invocar ningún propósito divino en ninguna cuestión que nos podamos plantear desde el punto de vista científico y con ello cerró un debate abierto durante siglos. En El Origen de las Especies se plantean dos hipótesis principales: primera, que las especies actuales son descendientes con modificaciones de antepasados comunes; y segunda, que la causa de la formación de esos descendientes modificados es la selección natural que actúa favoreciendo algunas de las variaciones heredables. Además, en este proceso evolutivo no solo cambian las especies, si no que se crean nuevas estructuras, nuevos órganos y funciones, comportamientos y habilidades, todas ellas denominadas adaptaciones. Al igual que ocurrió con el plan divino en la naturaleza, la adaptación fue históricamente utilizada como prueba irrefutable de la existencia de Dios. La mano o el ojo han sido diseñados para ayudarnos a dirigir nuestras vidas, pensaban en aquella época, y Dios no solo es sensato sino también benevolente, pues da a cada especie exactamente lo que necesita para vivir en el lugar donde la ha creado. Este razonamiento presupone una creación estática, en la que las especies y sus entornos permanecen igual que cuando fueron creados. Darwin dio otra vez la vuelta al argumento cuando puso de manifiesto que la adaptación es un proceso en el que las especies se acomodan a medios cambiantes y por tanto consigue dar una explicación natural, intrínseca a las características de los organismos, para explicar el diseño funcional de los seres vivos: que las aves posean alas para volar y los peces aletas para nadar. Por tanto, no sólo convirtió al mundo al evolucionismo, Darwin consiguió demostrar que todas y cada una de las características que definen a un ser vivo son creadas por el propio sistema del organismo interactuando con su entorno a lo largo de muchas generaciones. Así, otro gran mérito de la teoría evolutiva fue que suministró la herramienta adecuada, con una enorme capacidad predictiva, para poder trabajar y plantear hipótesis sobre la adaptación de los animales al medio, y la biología pasó de ser una ciencia descriptiva a una ciencia experimental, una verdadera ciencia. Todavía hoy el estudio de la evolución es de enorme interés, porque puede iluminar cualquier campo de la biología y ayudar en la conservación de la biodiversidad, la medicina, la agricultura, la ganadería, etc.
Sin embargo, aunque ha quedado claro que las ideas plasmadas en El Origen de las Especies son la única explicación demostrada para comprender la existencia de los seres vivos, la teoría ha encontrado muchos detractores por sus repercusiones para el Hombre. Ya en su época observaron que si se aceptaba la teoría del naturalista sobre la evolución, entonces había que rechazar o renegociar un sinnúmero de creencias y valores esenciales a la cultura cristiana. Los seres vivos, incluida la especie humana, ya no podían considerarse una creación divina. Además, el alma humana amenazaba con perder su estatus, puesto que, si tan sólo somos animales mejorados, cuesta creer que tengamos un alma inmortal si los animales no la tienen. Y abandonar el concepto de la dimensión espiritual de la existencia humana socavaría las nociones tradicionales de moralidad y amenazaría la estabilidad del orden social. Todavía hoy son muchas las personas (los llamados creacionistas) que razonan de esta manera y su negación de la evolución es tajante. Desde luego sus opiniones se basan generalmente en creencias y no suelen aportar pruebas definitivas que nieguen que la evolución esté ocurriendo. Sin embargo hay que tener en cuenta que Darwin no demostró que el alma o Dios no existieran (como suelen decir algunas personas para atacar a las creencias religiosas), sólo que no hace falta de su presencia para que de una manera azarosa se cree un ser tan singular como la raza humana. A partir de ahí cada uno puede pensar lo que quiera.

Como hemos visto, Darwin arremetió contra todo lo establecido hasta entonces y acertadamente se le llama Revolución Darwiniana al proceso que empezó y todavía en nuestros días determina poderosamente muchas ideas. No en vano filósofos de la ciencia como Dennett, opinan que la idea más importante e influyente desarrollada por la mente humana ha sido la teoría de la evolución por medio de la selección natural de Charles Darwin. Una vez se dijo que Newton consiguió iluminar las leyes que regían la naturaleza y todo fue luz desde entonces. Darwin consiguió algo más grande aún, nos hizo ver más allá de la luz que nos cegaba y demostró que somos parte de ella.  Tomado de 501 Z.

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